Crítica a 'Legado en los huesos' de Dolores Redondo
- beatrizjunqueracimad
- 30 ago 2014
- 4 Min. de lectura
Legado en los huesos es la tercera novela de la escritora Dolores Redondo, si bien es la segunda de la trilogía del Baztán, cuya protagonista es la inspectora de policía Amaia Salazar. La novela combina hechos actuales, que más adelante se comentarán, con otros acaecidos entre 1979 y los primeros años de la década de los ochenta, durante la infancia de la inspectora Salazar. La novela comienza en los últimos días de embarazo de la inspectora Salazar y transcurre durante el período inmediatamente posterior al final de la baja de maternidad de Amaia.
El argumento de la novela parte de una serie de asesinados con demasiadas coincidencias. Una de las asesinadas había sido Johana Márquez, un crimen sin resolver en El guardián invisible. El suicidio de los ejecutores tras encontrarse bajo custodia es una de las notas comunes entre todos los actos de violencia. Por otra parte, los suicidas antes de morir escriben, con el material que se encuentre en ese momento a su disposición, la palabra TARTTALO, un ser mitológico grecorromano, pero también vasco-navarro. Asimismo, en todos ellos el mensaje va dirigido a la inspectora Amaia Salazar. A ello hay que añadir cómo se entremezclan tales hechos con la profanación de templos católicos y la aparición de mairu-besos, el brazo del esqueleto de un niño fallecido que no ha sido bautizado previamente.
Al igual que en El guardián invisible, el trasfondo donde se producen los acontecimientos que sirven de hilo conductor de esta novela muestra, como podría ocurrir en cualquier otro lugar de la geografía española, una dialéctica constante entre la modernidad y las tradiciones, ya sean de carácter mitológico o religioso. En esta segunda novela Dolores Redondo es mucho más explícita a la hora de describir las circunstancias personales que Amaia Salazar sufrió durante su infancia, lo cual condiciona sus comportamientos no sólo con su hijo recién nacido, sino también con su forma de afrontar la vida laboral.
Una vez más, los protagonistas de la novela, al margen del personaje central de Amaia Salazar, la inspectora de policía, pueden dividirse en dos grupos: la familia de la inspectora, en primer lugar y, por otra parte, sus compañeros de trabajo. La inspectora Amaia Salazar continúa siendo ese personaje entrañable, a fuerza de humano. Los padres, presentes en esta novela de una forma mucho más explícita, son el origen de la infancia negra de la inspectora. Por otra parte, los acontecimientos vividos con la lectura de El guardián invisible han influido y han transformado la vida y las personalidades de las dos hermanas mayores de Amaia: Rosaura y Flora. Como contrapunto, la inspectora cuenta con dos personajes que constituyen para ella una fuente básica de apoyo. El primero es su marido, James, un americano dedicado al arte procedente de una familia norteamericana, que antepone su familia a cualquier otra circunstancia. En este caso, la autora nos presenta también a los padres de James, al tiempo que nos muestra la tirantez de las relaciones entre la inspectora y una suegra, Clarice, excesivamente dominante, en la cual Amaia Salazar proyecta algunos de los fantasmas de su propia infancia. En segundo lugar, la tía paterna, Engrasi, la mezcla más evidente entre mitología y tradición frente a modernidad. La tía Engrasi había abandona el valle décadas antes para irse a vivir a París, donde, además, había sido estudiante universitaria. Por otra parte, Engrasi confía ciegamente en las tradiciones, así como en la mitología vasco-navarra. Adicionalmente, el carácter de la tía Engrasi es el amor personificado, la intuición, el sentido común. Para finalizar, la tía Engrasi “era la única que permanecía inalterable”, quien dota de estabilidad a la familia.
En cuanto al entorno de trabajo de la inspectora Salazar, en esta novela conocemos por fin el desenlace de los comportamientos laborales del inspector Montes. A través suyo, se torna más fácil explicar ese conflicto entre modernidad que supone que una mujer se convierta en inspectora de policía, un puesto todavía hoy netamente masculinizado, y, por otra parte, el rechazo del varón a ser relegado en la esfera profesional por una mujer sin haber reflexionado con anterioridad, apoyándose en principios meritocráticos, acerca de la justicia de la decisión tomada. Este conflicto es una constante en la novela de Dolores Redondo.
Legado en los huesos, al igual que lo fuera El guardián invisible, es una novela apasionante, que se lee con facilidad, y que nos induce a pensar acerca de cuál es nuestro grado de avance social real. Quiere esto decir que quizás con respecto a estas cuestiones la regulación haya ido por delante de la sociedad, de modo que la aprobación de ciertas leyes es claramente insuficiente para que la sociedad avance. De hecho, nos muestra una sociedad que, a pesar del paso de los años, sigue inmersa en unas creencias y unas tradiciones completamente anacrónicas. De nuevo, esta novela muestra la capacidad de la escritora de evitar narrar la historia en blanco y negro, sino en una infinita gama de grises, una novela donde ningún personaje está exento de secretos, a la vez que todos ellos inducen a la compasión al lector. No sólo se trata de una novela de interés para los aficionados a la novela negra, sino también para los interesados en entender la historia social contemporánea de España, para los apasionados por los porqués y para aquellos que aún hoy no reconocen que, al margen de la igualdad legal, todavía queda mucho para que la igualdad de género sea una realidad en España. Me atrevería a decir que incluso en mayor medida que El guardián invisible.
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