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Crítica a 'Pacto de Lealtad' de Gonzalo Giner

  • beatrizjunqueracimad
  • 14 sept 2014
  • 6 Min. de lectura

Pacto de Lealtad es una novela histórica del escritor Gonzalo Giner, con una peculiaridad muy específica: es una ‘novela de animales’, los cuales adquieren una identidad concreta y se denominan por su nombre propio. De hecho, esta no es la primera novela del autor con estas características, pues logró un gran éxito, en primer lugar, con El Sanador de Caballos. No se puede decir que la novela se ubique en un único escenario, sino que estos son múltiples, debido, por una parte, a que los protagonistas viajan con frecuencia y, en segundo lugar, porque nos encontramos con una novela muy rica en personajes, donde tenemos más de un protagonista principal. Los escenarios son los alrededores de Gijón durante la Revolución de Octubre de 1934 y, posteriormente, el resto de Asturias, la Cárcel de Salamanca, centros de cría y adestramiento canino en Alemania entre 1935 y 1937, Madrid, incluida la embajada alemana, la residencia de caza del mariscal Göring en Alemania, el campo de trabajo de Duchau, el Protectorado español de Marruecos, el Castillo de Wewelsburg, Vevey en Suiza, Munich, Buenos Aires, entre otros lugares en Argentina, Bremen, Ceuta, Soria, Burgos, Vizcaya, Kent en Inglaterra, San Juan de Luz, Bayona, Anglet en Francia, Berlín, Irún, Tolouse, Pirineos, Biarritz, Gabas, Huesca y Zurich.

Comienza el libro en la Revolución del 34 en Gijón, donde dos miembros de la legión luchan contra las revueltas. Les acompaña un compañero de otra raza: un perro llamado Campeón, que “no entendía de revoluciones ni de legalidad republicana, le gustaban los seres humanos, adoraba su voz, necesitaba su compañía, aunque no terminaba de comprender ese juego que practicaban entre ellos, y mucho menos el servicio de armas que él les prestaba”. Él será uno de los protagonistas de esta novela. Ambos militares son, además, cuñados. Uno de ellos fallece en aquella batalla y su compañero debe comunicar el triste suceso a la esposa del fallecido, su propia hermana. De todos modos, como buen hermano, no dice todo lo que sabe, pues tras el fallecimiento del compañero descubre la infidelidad hacia su hermana. Es precisamente la viuda, Zoe Urgazi Latour, una de las principales protagonistas de este libro. Si bien su hermano Andrés guarda celosamente el secreto que acaba de conocer, es la propia Zoe quien encuentra indicios del romance en su propia casa. Al poco tiempo, además, debe abandonar su casa a petición de sus suegros, propietarios de la misma. Sin embargo, no acaban aquí las penalidades de Zoe. Su padre, veterinario de profesión, se encuentra encarcelado en la cárcel de Salamanca por haber matado a un hombre por defender a un anciano capataz de los golpes que le estaba propinando su patrón.

Tras enviudar y perder su casa, Zoe se traslada al barrio de Tetuán en Madrid, cuyo ambiente era diametralmente opuesto al de la casa de su tía, con la que había vivido mientras estudiaba en el Colegio Alemán. Alquila una habitación a Rosa, entonces la amante de un anarquista llamado Mario, que ocasionará más de un dolor de cabeza a nuestra protagonista. Gracias a sus antiguas compañeras y amigas del Colegio Alemán, conoce a personajes interesantes de la vida política nacional y europea de la preguerra civil española, los cuales, a su vez, constituyeron una vía importante para acceder a algunos de los puestos de trabajo que Zoe ocupó en aquellos años.

En paralelo a la historia de Zoe, discurre la vida del veterinario responsable del centro de cría y adiestramiento canino de Grünheide en Alemania, Luther Krugg, un brillante genetista de treinta y tres años, “con más publicaciones e investigaciones que muchos viejos catedráticos”. El centro había sido creado a finales del siglo XIX bajo la dirección del capital prusiano Schoenherr, apasionado por la cría de perros, y se consideraba lo más selecto del país. Sin embargo, en los años treinta las autoridades nazis se había propuesto convertirlo en el más ambicioso programa de cría de perros con fines militares, objetivo incómodo para Luther. Nuestro protagonista guardaba un secreto, ya que había militado en el partido socialdemócrata en su juventud y, en una de sus manifestaciones, se había visto envuelto en un altercado, que temía que, con la radicalización progresiva de los nazis, terminara pasando factura no sólo a él mismo, sino también a su esposa Katherine.

A partir de tales hechos, van transcurriendo las vidas de Zoe y de Luther, ya de forma independiente ya cruzando sus caminos, y con ellos la violenta historia de España y de Europa durante los años treinta. Sin embargo, Zoe no estará sola, pues, por circunstancias laborales, su hermano Andrés debe dejar a Campeón a su cuidado, que se convertiría desde aquel momento en el fiel escudero de nuestra protagonista.

La gran fortaleza de este libro es su capacidad para hacer sentir ternura y esperanza en un entorno completamente hostil, el de la Europa de los años treinta. Gonzalo Giner contrapone dos razas diferentes: el ser humano frente al perro. “Porque los perros como él (Campeón) no entendían de guerras ni de armas. Ni tampoco conocían en qué consistía el odio, o el sentido de aquella otra palabra que tantas veces les había escuchado decir: la política. Una palabra en la que se amparaban para matarse entre ellos. Él no sabía hacer otra cosa que cuidar a aquella persona que se había cruzado en su vida. Cuando se volvió para mirar a Zoé, esta le regaló una de sus tiernas caricias. Y en ese momento prefirió aquel otro juego, porque ese sí lo entendía, el del amor: la razón última de su verdadero pacto de lealtad”. Todos aquellos que hemos convivido en algún momento de nuestra vida con algún perro (y añadiría que, a pesar de su mala fama, con un gato, seguro que han reconocido esa sensación y, es más, si el compañero ya no está, han dejado asomar una lagrimita de recuerdo emocionado hacia él. Escribir una novela histórica es siempre complicado y difícil evitar cometer errores como el que aparece en la página 364 del libro, cuando Zoe pide ‘antibióticos’. Si bien la penicilina fue descubierta en 1929, no se consideró conveniente la creación y comercialización de antibióticos hasta la II Guerra Mundial, cuando fue desarrollada por Inglaterra y los Estados Unidos de América con el fin de mejorar la salud y supervivencia de sus tropas. Sin embargo, en 1936, cuando se ubican estas palabras de Zoe, no existían antibióticos preparados para su administración al público. No obstante, señalo esto con el máximo de los respetos y desde el profundo respeto que merece cualquier tipo de actividad creadora, convencida, por otra parte, de la imposibilidad de evitar completamente este tipo de errores.

Pacto de Lealtad es, en primer lugar, una novela para entender lo que realmente es relevante en la vida de una persona, diferenciándolo de lo accesorio. Es una novela sobre la lealtad, que conlleva amor y sentido del compromiso, valores absolutamente en crisis en el mundo actual. Es recomendable para muy variados tipos de público. Es recomendable para los curiosos de la Historia Contemporánea, pues aborda la Historia de Europa en uno de sus momentos más conflictivos. Para los aficionados a la práctica o el análisis de la política, pues induce a reflexionar sobre su capacidad real para influir sobre la felicidad de las personas, además de demostrar hasta qué punto es fina la línea que divide la legítima discrepancia del fanatismo y, por otra parte, la bondad de la maldad. Recomendable también para aquellos que aman a los animales, que han sido tan afortunados que la vida les ha premiado con la compañía de uno de estos seres maravillosos, pero también a los que se han visto privados de la oportunidad de conocer el potencial real de uno de esos que llamamos despectivamente ‘animales’ para hacer feliz a las personas. Finalmente, recomiendo la lectura de este libro a aquellos padres que, preocupados por el mundo al que han traído a sus hijos, un mundo donde los valores parecen haberse ido, sin embargo son reacios a dejar entrar en la vida de sus pequeños a uno de estos seres. Vivir con ellos capacita a las personas para sacar lo mejor de sí mismas. Harán de sus hijos personas más emotivas, pero no teman, también los harán más fuertes, más seguros de sí mismos, más intolerantes a los abusos. ¡No lo dudéis! ¡Adelante! Son los perros y gatos de Verónica y de Claudia los que las han hecho tan especiales, tan sensibles y tan auténticas. Ha sido Luna la responsable de que una personita haya aprendido a preocuparse por otros, ya que antes nadie le había brindado antes la oportunidad de hacerlo. Fue Pelé quien mejor supo escuchar a aquella niña que aún no había aprendido a afrontar ciertos ambientes cuyos valores chocaban frontalmente con aquellos otros en que, conforme iba desarrollando su personalidad, ella apoyaba sus decisiones. Fue también él quien la ayudó a encontrar su propio camino. Y, si tú le ofreces tu confianza, será ‘como Sergio quiera llamarlo/a’ el gatito que caminará con él durante los próximos años, quien se convierta en uno de sus mejores maestros de esa asignatura que ahora llaman ‘Valores’, quien le prepare para seguir siendo él mismo y para convertirse en un adulto que sepa andar entre lo peor que este planeta ha dado sin convertirse en un ser incapaz de disfrutar de un momento de ocio en soledad por miedo a tener tiempo para mirarse de refilón al espejo y, como Gudú, descubrir entonces lo que la vida ha hecho de él.

 
 
 

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