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Crítica a 'Antonia' de Nieves Concostrina

  • beatrizjunqueracimad
  • 24 nov 2014
  • 2 Min. de lectura

Antonia es una de esas novelas que proliferan en la actualidad en España y cuyo nexo de unión es haber sido publicados por periodistas. En este caso la historia está escrita por la periodista Nieves Concostrina. El contexto en que transcurren los hechos es la historia reciente de España, desde 1930 a 2013.

Antonia es la protagonista principal e, inequívocamente, podría llamarse Isabel, Dolores, María, o de cualquier otro modo, con un nombre de los que estaban más de moda en la época. Antonia, aún niña, padece los horrores de la guerra. De hecho, tras sufrir las penurias de la década de los treinta, y cuando ya nada parecía poder ir peor, pasa por un conflicto bélico que traería incluso más miseria. Posteriormente, llega una paz que solo es una continuación de la miseria vivida en etapas anteriores. Así, va transcurriendo una vida que consiente pocos respiros a sus protagonistas, en un país, donde lo injusto es rentable, independientemente del período al que hacemos referencia. Antonia es una heroína más, como cualquier otra todavía anónima, una heroína en lucha continua contra los elementos, cuyo principal objetivo era la supervivencia no ya de sí misma, sino de su familia. De hecho, para toda una generación este era el único objetivo y la exclusiva preocupación.

El resto de los personajes son de carácter secundario en esta narración. Nadie es inocente y muy pocos neutrales. La gran mayoría solo pueden calificarse como parásitos y el resto, casi siempre mujeres, como auténticas heroínas. Cada lector probablemente pueda dar nombre en su entorno a cada uno de ellos, un nombre diferente, pues lo que hace la autora no es describirnos a una persona concreta, distinta a todos los demás, sino a un tipo humano indisolublemente vinculado a su contexto histórico. De hecho, es lo que Nieves Concostrina hace: describirnos la propia historia de su vida. Acompaña al relato un documento gráfico que nos aclara que la autora no es, ni más ni menos, que la benjamina de Antonia. Este libro es, por lo tanto, un homenaje personal a ella y, simultáneamente a esa generación de mujeres anónimas esforzadas que nadie ha pasado a los libros de historia. No se trata de heroínas cuya tarea es dibujar ‘castillos en el aire’, sino de las que pisaban firme el terreno, lo cual es incluso más meritorio.

Es una novela para aquellos a quienes resulta atractiva nuestra historia reciente. Por otra parte, es recomendable para quienes confían en que el amor es la única fuerza capaz de mover la historia. También para aquellos a quienes fascina la transición española, pues esta novela aporta razones sobradas sobre qué logramos evitar con aquella obra de arte. Sin embargo, recomiendo esta novela a los más jóvenes, a mis alumnas que semanalmente me siguen el blog donde publico estos comentarios, para que entiendan lo que fue aquello, que algunas personas vivimos todavía en la infancia y otras, como la autora, en plena adolescencia, y lo mucho que ya nosotras, pero sobre todo ellas, debemos a los artífices de aquel proceso.



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