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Crítica a 'Sin Destino' de Imre Kertész

  • beatrizjunqueracimad
  • 19 ene 2015
  • 3 Min. de lectura

Sin Destino es una obra del escritor húngaro Imre Kertész, que tuvo que pasar por el drama de vivir en diversos campos de concentración durante la II Guerra Mundial en la época de la invasión alemana de Hungría. Sin Destino narra la vida de un adolescente en los campos de concentración, si bien no se trata de una obra autobiográfica. Se trata de una narración a través de la cual pueden descubrirse los verdaderos sentimientos y la heterogeneidad en el análisis de los miembros de una comunidad asolada por un nuevo sistema legal.

El adolescente protagonista de Sin Destino, que narra su historia en primera persona, comienza con una falta de asistencia a la escuela ‘por razones familiares’ debido a la citación que su padre había recibido para realizar los denominados ‘trabajos obligatorios’. A partir de ese momento, el protagonista nos va describiendo las reacciones de familiares, amigos y conocidos, retratando, de este modo, el círculo social en que se movían. Inicialmente, la percepción del lector es que el mayor problema del adolescente es un divorcio problemático entre sus padres y esa necesidad del niño de tener que ‘bailar entre dos aguas’. El lector no se imagina que, tras las dificultades derivadas del traslado de su padre a un campo de concentración, la vida podría complicársele aún más.

Nos encontramos con una sociedad de gente noble, que, sin embargo, permite un régimen político insufrible. Uno de ellos es Süto, un antiguo empleado de su padre, que ahora rige la empresa, ya que las personas de etnia judía no lo tienen permitido en aquella Hungría sometida por los nazis. A él se le confían incluso las joyas de la familia.

Más adelante, el autor comienza a describirnos su propio mundo. Comienza su propia reflexión al mostrar sus sentimientos hacia un vecino anti-semita: “comprendí las razones de su animadversión hacia los judíos: si hubiera sentido simpatía por ellos, habría tenido la desagradable sensación de estar engañándolos. Por lo tanto, actuaba por convicción, guiado por la justicia y la verdad que emanan de unos ideales, lo cual era completamente diferente”. Esa actitud pusilánime que lleva a comprender al verdugo y que tantos desastres ha provocado a lo largo de la Historia.

Por otra parte, las nuevas políticas, en contra del objetivo inicialmente previsto, provocó la solidaridad entre la comunidad judía: “desde que sabemos que somos de la misma raza, intercambiamos ideas sobre nuestro futuro”. Posteriormente, vendrían las actitudes típicas de todos los acontecimientos más graves de la historia: “’la opinión pública mundial’ (…) estaba conmovida por lo que nos ocurría’ o la idea de que la verdadera razón de Hitler del trato a los judíos era su pretensión de obtener una posición negociadora favorable en sus negociaciones con los aliados: una “fanfarronería espectacular”. Más grave áun era la explicación de su propio tío: “’De ahora en adelante –dijo-, tú también serás partícipe del destino común de los judíos’. Me explicó entonces que ese destino era una ‘persecución constante desde hacía milenios, que los judíos teníamos que aceptar con paciencia y resignación’, puesto que Dios nos lo había impuesto por los pecados que habíamos cometido en tiempos pasados”. El libro es una sucesión de interpretaciones pueriles de lo que ocurriría a continuación.

En definitiva, es un libro excepcional para aquellos a quienes les atraigan las novelas con trasfondo histórico o aquellas que inducen a la reflexión profunda. Sin Destino cumple ambos requisitos. Además, es una novela que llama la atención del lector, del peligro de ser pusilánimes en el análisis de la vida social. Por mi parte, ¡ójala hubiera leído Sin Destino hace más de veintitrés años! A buen entendedor…

 
 
 

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